sábado, 9 de agosto de 2008

Mis amigos

A veces me pregunto qué demonios me ven mis amigos. “La Incondicional es lo más,” suele decir mi amiga, la del nombre igual al mío.
No me preocupa tanto el hecho de que me coloquen en un pedestal que no creo haberme ganado, como la duda que esto trae sobre la salud mental de todos ellos.
Y para colmo de males suelo ser ladrona de amigos. Claro, voy conociendo a amigos de amigos y terminan siendo mis propios amigos.
Con algunos de ellos las cosas pasaron a mayores. Y cuando los mayores se acabaron demostraron no tener mayor inconveniente en prescindir de mi amistad. Fueron los más inteligentes.
Sin embargo, no entiendo a los que aún permanecen a mi lado. Y muchos desde hace años sin demostrar la menor intención de irse.
La verdad es que no creo ser tan buena amiga. Me olvido de los cumpleaños. Suelo no estar cuando me necesitan. Suelo no tener tiempo para reunirme con ellos y, cuando finalmente logro invitarlos, no tengo para ofrecerles ni siquiera un sacacorchos con el que abrir la botella de vino que ellos suelen traer, claro está.
Por eso creo que la amistad conmigo es una relación parasitaria: aquella en la que se beneficia solamente una de las partes. Y esa parte es la mía. Porque creo que es mayor el rédito que obtengo yo al ser amiga de ellos de lo que pueden ellos obtener de mí.
Tal parece que todo lo que la vida no me ha dado por un lado sí lo hizo en la amistad. Y, como a caballo regalado no se le miran los dientes, seguiré aprovechando mi racha de suerte. Por lo menos mientras esta dure. Y espero que esta vez, al menos, dure mucho tiempo.

jueves, 5 de junio de 2008

La pregunta

Nunca fui una redactora modelo. Por el contrario, siempre fui más bien tirando a mala. Pero si de algo puedo jactarme es de que supe ser una excelente entrevistadora. Mi fuerte eran tanto las preguntas como las repreguntas.Pocas veces me han hecho en la vida preguntas dignas de ser recordadas. Pero hubo una que me hicieron hace un tiempo que me pareció por lejos la mejor. Fue en una cena con amigos. Uno de ellos había traído a otro amigo extranjero. Este último me preguntó si estaba casada. Le respondí que lo había estado. Y lejos de darse por conforme, el caballero, decidió indagar un poco más,
Extranjero: ¿Cuánto tiempo has estado casada?
Incondicional: Unos siete años y medio
Extranjero: Y de todos esos años de matrimonio ¿cuántos fueron demás?
Una piedra hubiera tenido mayor reacción de la que tuve yo en ese momento. Si bien la pregunta es de por sí muy poco discreta, los modales y la estructura seleccionada por el entrevistador lograron pintarla de pe a pa con el tono más claro de discreción. Por eso, considero que ésta es la mejor pregunta que en mi vida me han hecho. Ahora les toca a ustedes …

martes, 18 de diciembre de 2007

Mis hábitos alimentarios

Hondo estupor ha causado, en la comunidad toda (sic), el detalle de mis hábitos alimentarios. Mejor dicho, de aquellas cosas que no como. Y alguno que otro, hasta ha encontrado interesante la conversación conmigo basada en estos rasgos constitutivos de mi personalidad.No como chorizo, morcilla ni chinchulines. Solo tomo gaseosa si es lo único que hay para tomar en 10 kilómetros a la redonda. Rara vez tomo vino porque me inhibe de responder por mí misma y nubla la reducida capacidad de juicio que, por naturaleza, tengo.Tampoco como hamburguesas, ni panchos ni fast food. La leche me da asco y de solo sentirle el olor comienzo a hacer arcadas. Detesto el pan lactal y escapo ante la vista del yogurt bebible.Pero aquí no termina la cosa. Porque también resulta que soy imposible a la hora de ir a comer afuera. Si el lugar huele a comida, me levanto y me voy. Si el plato está sucio lo mismo. Si el mozo no tiene sus manos en las condiciones de higiene por mí estipuladas, huyo despavorida. Y limpio siempre la bombilla luego de tomar un mate, a menos que esté tomando yo sola.En fin, éstos son mis hábitos alimentarios. De terror ¿no?. Ahora les toca a ustedes …